martes, 19 de octubre de 2010

Tierra quemada



Hay algunos que piensan, no sin cierto pesimismo, que todo está inventado. Grave error para aquellos que no confían en el trabajo duro, la austeridad, el talento y por qué no, algo de suerte. Incluso en la tierra quemada puede recuperarse la más fértiles de las plantaciones. Pero no me estoy refiriendo, ni mucho menos, a un tema puramente agrario.

La estrategia de la tierra quemada, no es nueva, pero se sigue aplicando sin contemplaciones por aquellos cuyas intenciones están alejadas del bien común. Entre otros, Jossif Vissariónovich, conocido como el dictador soviético Stalin, la utilizó sin miramientos para impedir el avance de las tropas alemanas y así poder recuperarse.

La conocida como "política de tierra quemada" o de "tierra arrasada", es una táctica militar consistente en destruir cualquier cosa que pudiera ser de utilidad al adversario cuando una fuerza avanza a través de un territorio o se retira del mismo. Si se aplica en territorio propio, al retirarse, el objetivo es retrasar o incluso detener el avance adversario al dejarle sin recursos que aprovechar, o entorpeciendo su movimiento.

Blindar a más de 25.000 personas que están trabajando para la Junta de Andalucía sin haberle permitido a otros ciudadanos concurrir a un concurso u oposición en igualdad de oportunidades. Pedir préstamos para no devolverlos en esta legislatura y que se tengan que empezar a pagar después de mayo de 2011. Comenzar un expediente para privatizar la gestión del cementerio, a siete meses de las elecciones y sin dar cuentas de los detalles de la operación al Pleno. Enchufar a hijos y familiares de asesores y allegados en el Ayuntamiento para trasladarle el problema a los que vengan. Solicitar todos los adelantos posibles del convenio con Diputación para que no haya ni un euro en la caja. Adjudicar contratos con irregularidades en el expediente incluso a sabiendas de que los afectados pueden solicitar judicialmente que se les indemnice (ya lo pagará el que venga). Dejar los proyectos comprometidos, sin la financiación necesaria a pesar de poner mil veces la primera piedra. En fin, todo lo anterior no son más que casos concretos, en nuestra tierra, de la aplicación de la “política de tierra quemada”.

Al igual que en el caso del dictador Stalin, la política de tierra quemada es utilizada por políticos y políticas ambiciosas y personalistas, movidas por consideraciones de poder y no por ideales ni por la búsqueda del bien común.

Si embargo, como el agricultor sencillo que sabe sembrar de nuevo entre las cenizas del campo quemado, con trabajo, austeridad, talento y diciendo la verdad, entre todos podemos conseguir que lo que puede quedar como un desierto, vuelva a ser lo que fue, un verdadero vergel.

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La libertad política es la condición previa del desarrollo económico y del cambio social. John Fitzgerald Kennedy