La memoria es frágil y ya parece que algunos españoles
han olvidado los efectos devastadores que ocasionó en nuestro país la política
populista y de cartón piedra que
desarrolló un joven presidente del gobierno, sin ninguna experiencia en
solucionar los problemas de la economía real, y más preocupado por los
discursos dogmáticos e ideológicos que por afrontar los problemas y buscar
soluciones. Si España ha tardado más en iniciar la recuperación de la crisis
económica ha sido principalmente por ocho años de negación de la realidad y
poco trabajo. Zapatero llegó encumbrado y con un importante respaldo popular y
de los medios de comunicación y acabó como acabó. Un lobo con piel de
corderito.
Y debemos recordar cómo llegó, tal y como llegan todo
este tipo de personajes. En una situación de crisis o convulsión social (no
olvidaremos en muchos años el 11 M), prometiendo lo imposible y aprovechando el
desconcierto sobrevenido de la población. Salvando las distancias, han sido muchos
los casos en la historia del mundo en los que se accedió al poder con mensajes
mesiánicos que acabaron por destruir socialmente los países que cayeron presos
de este populismo.
Y, como suele ocurrir, la historia se repite. En
Andalucía tenemos la versión femenina de aquel presidente Zapatero, Zapatero
II. En la mayor crisis económica de los últimos años, con la mancha del mayor
fraude de fondos públicos (véase el desfalco de los ERE) que se recuerda en
Andalucía y el régimen político más duradero después de la dictadura, aparece
un producto de marketing político, "ni una mala palabra, ni una buena
acción". Una actriz, sin ninguna experiencia en la solución de problemas,
con buenos asesores de imagen, un buen fotógrafo y un discurso mesiánico y sin
fondo. No podemos olvidar como suelen acabar estas historias si no queremos que
la historia se repita.
Gobernar un país, una región o una ciudad no es cuestión
de simpatía. El rigor en la gestión del dinero de los ciudadanos, la
responsabilidad de adoptar las medidas necesarias para sanar al enfermo (véase
el tratamiento de un buen médico que a nadie nos gusta recibir pero del que nos
alegramos cuando nos curamos) y el trabajo continuo y honrado, no cotizan en
las páginas del papel ‘couche’, pero funcionan. Está claro que Susana Díaz
parece más simpática que Montoro, pero la labor del ministro no es caer
simpático, sino arreglar la situación de nuestro país para mejorar nuestra
calidad de vida.
Con la simpatía y los titulares no se come. Cuando usted
vea a Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía por el dedo divino de
Griñán, entorne un poco los ojos y recuerde a su antecesor en esto del
marketing político. Tuvimos a Zapatero y ahora en Andalucía y España nos
quieren colar su versión femenina, Zapatero II. Agárrense que vienen curvas.
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